Trazo circulitos sobre el cuadriculado de las hojas de mi cuaderno.
Hoy no se me ocurre nada.
Temas…
¿Un canto a una avenida?
La primera que me aparece en la mente es Luro, la que hacemos camino a Balcarce. No es una avenida linda mientras va por su último tramo, entre 180 y la ruta. O, por lo menos, a mí, no me gusta. Después, cuando pasa la zona de la rotonda y comienzan los campos, se convierte en un camino maravilloso, lleno de verde.
¿Drama familiar en Semana Santa?
Ni ganas de pensar en eso.
Esta Pascua va a ser sin problemas, ya que no se pueden hacer reuniones familiares.
La semana santa, en muchos hogares, es una réplica de las fiestas de fin de año pero con la chance de que se puede elegir entre más de un día, para que todos estén felices y contentos…
¿Ir a la casa de los padres? ¿Ir a la casa de los suegros? ¿Qué vengan todos acá?
Miro por la ventana y me cuelgo como mona de la copa del árbol que está a la vuelta manzana. Los pájaros revolotean, el viento lo mece suavemente, no como ayer, que te despeinaba hasta la cuarta generación, con esas ráfagas fuertísimas. El cielo está celeste. Sobre los cables de la luz, que parecen un pentagrama musical, hay una paloma posada.
¿Qué pensaran los animales de los humanos? ¿Notarán que estamos todos enjaulados en nuestra casa?
Mi vecino de al lado habla a los gritos por el celular en el jardín. Se ríe a carcajadas. Lo oigo pero no lo escucho. No me interesan las conversaciones positivas en este momento…
Me pregunto si estaré en esa etapa del encierro en que nada te importa nada, nada te molesta y, al mismo tiempo, todo te molesta.
Contradictorio, pero que expresa en palabras lo que reverbera en mi alma.
Sin embargo, no puedo decir que hace más de medio mes que no salgo de mi casa: además de los mandados obligados, ayer fui convocada a la escuela donde trabajo. Éramos cinco docentes y una auxiliar que, como ninguna tiene licencia, fuimos a repartir los alimentos que manda el gobierno y donan las empresas, para las familias más carenciadas, las que tienen chicos que concurren al comedor escolar (para todos, también había una bolsa más chica, con dos leches larga vida, galletitas, unas naranjas y saquitos de té).
Nosotras estábamos contentas haciendo parte del trabajo que nos corresponde en estas circunstancias. La gente se portaba bien, respetaba lasa filas separadas, no hacían líos; solo nos salió la maestra ciruela en una ocasión en que retamos a una mamá que saludo a otra con un beso en la mejilla. Ninguno trajo niños esta vez.
No se si me cansó más todas las horas que estuve parada, yendo de acá para allá o el ver a esas familias, esperando por unas pocas cosas sirven para dar de comer por tres o cuatro días (o menos, si es un grupo con muchos nenes). Esa bolsita se entrega cada quince días.
No se si era el cansancio normal y natural o…
La mama embarazada arrastrando el carrito, llevándolo cargado hasta el tope y el marido, solo con la bolsita de dos docenas de huevos en la mano.
La mujer mangueando aceite y harina porque ya que está, se hace unas buenas tortas fritas.
El tipo que pide la mercadería por el hijo y ya la había buscado la tía (ese, es el mismo que alguna vez, cambio comida por droga).
Los que llegan tarde y te da no sé qué, y volvés a abrir la escuela para darles.
La que inventa un nombre inexistente y jura que sus hijos asisten a la escuela y estamos equivocadas.
Los que sabés que sus chicos no aparecieron las dos primeras semanas de clases (y el año pasado eran faltadores compulsivos).
Los que te piden módulos de tareas para casa y dejan los alimentos porque dicen que otros los necesitan más y los que se llevan la comida pero no quieren los cuadernillos porque están seguros de que sus hijos soplo los van a usar para hacer avioncitos de papel…
Los que vienen a donar cosas que están casi en el límite del vencimiento y los que traen y uno sabe que llegan justito a vivir con lo que tienen…
La que viene con una mascarilla con cara de gato y, por un momento, te da miedo de que saque un arma del bolsillo, pero cuando habla, te das cuenta de que una se equivoca, que solo es el mismo miedo que tenemos nosotras a la enfermedad.
Los que te ruegan que les des algo más porque no tienen y después los ves salir del kiosquito del frente con una bolsita llena de paquetes de cigarrillos.
Los que vinieron dos o tres veces el mismo día, tirándose un lance.
La que recién se entera y exige lo que se entregó en marzo y ella no llevó.
La que se sienta en un costado y mira por horas como se mueve la fila.
¿Qué drama familiar de Semana Santa se puede comparar con esta simultaneidad de tristezas y miserias humanas?
El último tema eran los fanatismos…
Me pregunto si dentro de ese universo entrará la escuela, de donde he sacado (y sigo),material para escribir varios tomos de una novela; la obsesión por limpiar todo lo que entra en la casa, su interior, para prevenir; el escribir para callar las voces que se cuelgan en la mente y no te dejan dormir, relajarte, estar en paz.
No se me ocurre nada, como a Serrat en su canción, aunque a estas alturas, ya debo haber terminado de garabatear los 3000 caracteres de hoy.
Clara Silvina Alazraki
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