martes, 16 de septiembre de 2025

Carta para un docente

 Querida seño....... (ahí poné tu nombre)

                                  Hoy quiero agradecerte todo lo que hiciste por mi.

Recuerdo cuando me ayudaste a leer las primeras palabras, el desafío del primer libro de cuentos. Me costaba. Mucho. Iba letra por letra. Vos me decías que era capaz, que podía hacerlo y lo fui logrando. Me sentí muy orgulloso cuando por fin lo conseguí y, desde aquellos días, me encanta leer.

Me acuerdo cuando aprendimos sumas y restas. Vos decías que pensáramos en 5 manzanas y qué pasaba si nos comíamos 3. ¿Cuántas quedaban?

Al principio, no entendía.

Te dije que a mí no me gustaban las manzanas y que si tuvieran que comer taaaaantas juntas, iba a terminar vomitando.

Vos te reiste, sacaste unas fichas con manzanitas dibujadaz y nos dijiste que las usáramos para contar. ¡Fue genial!

Con el tiempo, llegaron las multiplicaciones, las divisiones, los problemas matemáticos más complejos y difíciles.

Me gustan los juegos que hacemos en clase. Hay días que no parece que estuviéramos aprendiendo algo, sin embargo, después, vos terminás diciendo que ahora sabemos más sobre la historia, los dinosaurios, los países, las pirámides egipcias o cientos de otras cosas.

Me gusta cuando jugamos al fútbol en educacion física, aprendemos canciones, danzas o pontamos en artistica, cuando descibrimos nuevas palabras en inglés.

Gracias seño, por ser tan amable y paciente conmigo.

Sobre todo paciente.

Se que tu vida no debe ser muy fácil.

Yo te veo como mi seño, mi profe pero detrás de tu guardapolvos blanco, hay una familia, hay problemas, hay dificultades económicas, hay dolores de cabeza, rodilla, ciatico, que no se van mágicamente como cuando yo me caigo en el recreo, se me raspa un codo y vos me decís que me ponga agüita y ya no duele tanto...

Gracias por hacerme reir. A veces, rsa sonrisa es la única que se me cuelga en la cara en todo un día.

Gracias por tus abrazos. Se que a veces soy un poco bruto y te aprieto demasiado o, cuando vamos todos jintos, te hacemos trastabillar pero es solo una forma de demostrar cariño.

Gracias por enseñarme a aprender, por acompañarme mientras voy creciendo, por darme la esperanza de que mis sueños pueden ser posibles.

Gracias por todo, seño.

¡Te quiero mucho!

¡Feliz día! (hoy y todos los días del año)

       Tu alumno de ayer, tu alumno de hoy 💙💙💙💙💙


Con cariño, para todos los que contruimos  las escuelas cada dia...

Clara Silvina Alazraki





domingo, 2 de febrero de 2025

La leyenda de los lobos de piedra de la rambla marplatense

 ACLARACIÓN

Esta historia, fue creada para jugar con la imaginación de mis alumnos en algun momento del 2024, año en que Mar del Plata cumplió sus primeros 150 años de vida.


Cuenta la leyenda,  que hace muchos, muchisimos años, vivían en el puerto marplatense, dos lobos marinos gigantes.

Tan grandes, que comian 7600 pescaditos por día.


Tan grandes, que cuando se arrojaban al mar, el agua salpicaba a la gente del
puerto, de Punta Mogotes y hasta a las personas que salían a trotar por la zona del parque San Martín.

Los lobos eran buenos, buenísimos, requete buenos pero... Tenían un problema. Un problema grande como sus enormes muelas de lobos marinos: no les gustaba lavarse los dientes. 

¿Eso está bien???

Un día, llegó de visita desde las heladas tierras del sur argentino, una preciosa lobita.

Los dos la vieron, inmediatamente quedaron enloquecidos de amor. ¡Parecían mas bobos que lobos!

Pero hay, cuando se acercaron a saludarla, la lobita salió corriendo espantada por el feo olor que salía de sus bocotas (eso es lo que pasa cuando uno no se lava bien los dientes diariamente).

Los lobos buscaron soluciones.

Fueron a  Farmalobi y se compraron unos lindos cepillos y dentífrico lobuno. El problema comenzó cuando cepillaron tanto sus dientes que el puerto se llenó de espuma. Había espuma trepando por las escolleras,  las lanchitas amarillas y naranjas, en la arena, los paseos costeros, hasta salía por los inodoros de las edificaciones que se levantan cerca de la costa...

Los lobos volvieron a Farmalobi buscando otra solución para su mal aliento pero la encontraron cerrada porque la mercadería se había inundado con espuma.

Entonces, fueron a visitar a Lobirula, hechicera experimentada en problemas de amor y otras cuitas, que reside en las playas del faro.

Ella preparó una poción mágica con arena de Camet, un poco de agua de mar y tres pelos de la lobita. Tres pelos que ellos tuvieron que sacarle con mucha delicadeza y sin que se diera cuenta (esa, es casi una historia tan larga como esta, otro día se las cuento).

Lobirula les advirtió que tuvieran mucho cuidado: si agregaban algún otro ingrediente, el preparado podía tener efectos terribles.

Los lobos, cabezones y desorejados, buscaron un lugar tranquilo y comenzaron a hacer líos. Le pusieron arena mágica, pelos de lobo rallados bien finitos, agua marina diluida y muchas cosas más que se les iba ocurriendo. La poción comenzó a vibrar. Largos trozos negros, parecidos a tentaculos de pulpo, empezaron a crecer dentro y fuera del recipiente. Bajaban por la arena y llenaban el espacio como dedos de una manos gigante que se expandía por todos lados. Los lobos salieron corriendo, un poco por miedo y otro por vergüenza (ya que era la segunda vez que metian la pata o mejor dicho, las aletas traseras) pero sus cuerpos eran tan pesados que, cuando llegaron al Casino y al hotel Provincial, la pasta negra los tocó y se convirtieron instantáneamente en dos lobos de piedra.

Cuenta la leyenda que, desde aquella época, los dos lobos están ahí, en la Rambla, separados por una larga escalinata que lleva a la playa Bristol.

La lobita nunca se enteró de toda esta historia y los otros lobos siempre lucen sus colmillos bien limpitos.

Y ustedes, ¿se lavan los dientes todos los días????

Clara Silvina Alazraki

https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/


miércoles, 14 de agosto de 2024

martes, 5 de diciembre de 2023

Navidad es...

 Diciembre, el último mes del año.

Estamos todos cansados, con ganas de cerrar etapas y descansar de un ciclo lectivo intensamente agotador.

Mientras doy las últimas clases con mis alumnitos más pequeños, suceden cosas que llenan de sol mi corazón.

Por ejemplo, hoy estaba con el grupo de primer grado, después de una actividad que ellos eligieron (su preferida), nos quedamos charlando sobre diferentes temas que ellos iban proponiendo.

Obviamente, caimos en la Navidad.

 Casi todos estaban sentados en el piso, en una ronda, para poder verse y escuchar lo que cada compañero opinaba. 

Para ellos, Navidad es símbolo de Papá Noel, de los regalos que esperan e imaginan van a recibir.

Cada uno dijo lo que quería: mini motos, una Barbie embarazada, peluches de animales, jueguitos, Play Station, autitos, pelotas de futbol, muñecas...

Cuando el tema se fue diluyendo y apareció otro, se me acercó una nena, que no había opinado y estaba escribiendo sobre el pizarrón.

-seño, me dijo susurrando, yo voy a hacer una cartita y voy a poner que me traigan lo que puedan.

La abracé y se me cayeron lágrimas... 

Navidad es eso: las palabras, los gestos, la dulzura en los ojos de un niño y, fundamentalmente, poder detenerse a escucharlo...