Diciembre, el último mes del año.
Estamos todos cansados, con ganas de cerrar etapas y descansar de un ciclo lectivo intensamente agotador.
Mientras doy las últimas clases con mis alumnitos más pequeños, suceden cosas que llenan de sol mi corazón.
Por ejemplo, hoy estaba con el grupo de primer grado, después de una actividad que ellos eligieron (su preferida), nos quedamos charlando sobre diferentes temas que ellos iban proponiendo.
Obviamente, caimos en la Navidad.
Casi todos estaban sentados en el piso, en una ronda, para poder verse y escuchar lo que cada compañero opinaba.
Para ellos, Navidad es símbolo de Papá Noel, de los regalos que esperan e imaginan van a recibir.
Cada uno dijo lo que quería: mini motos, una Barbie embarazada, peluches de animales, jueguitos, Play Station, autitos, pelotas de futbol, muñecas...
Cuando el tema se fue diluyendo y apareció otro, se me acercó una nena, que no había opinado y estaba escribiendo sobre el pizarrón.
-seño, me dijo susurrando, yo voy a hacer una cartita y voy a poner que me traigan lo que puedan.
La abracé y se me cayeron lágrimas...
Navidad es eso: las palabras, los gestos, la dulzura en los ojos de un niño y, fundamentalmente, poder detenerse a escucharlo...
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