Los huevos de dragón (cualquier parecido con la realidad no es por mera coincidencia)

 Una fría mañana de otoño, mientras Agus y su mamá iban camino a la escuela, encontraron sobre la vereda, un fruto verde, muy raro, pesado y rugoso.

-se lo voy a llevar a la seño, exclamó Agus y lo guardó en su mochila.

Recién después del segundo recreo, durante la hora en que les llevaban el desayuno, mientras estaba buscando su taza, se acordó. Lo sacó y se lo dió a su maestra.

La seño Pao nunca había visto algo así (unos días más tarde, buscando en Internet, descubrió que era el fruto de un árbol llamado maclura ), entonces puso su mejor cara de sorpresa y dijo:

-¡Nooooo puede ser!!!! ¡Encontraste un huevo de dragón!!!!!

Agus abrió sus ojos tanto como los de una lechuza miope. También sus compañeritos.

En el salón se produjo un silencio tan profundo que se pudo escuchar a la maestra del grado que estaba al lado, contando un cuento sobre un gato y una princesa.

-¿Un huevo de dragón?, preguntó Gusti por todos.

-Si. Afirmó la seño Pao. Un huevo de dragón. Y falta poco, muuuuy poco para que nazca el bebé. El bebé dragón, por supuesto.

Los chicos miraron maravillados la bola verde y arrugada que la seño dejó sobre un estante, entre medio de tizas, revistas viejas y alguna plasticola vacía.

Al día siguiente, se sumó otra, después, otra...

Continuamente, las observaban, controlaban si crecían o cambiaban de color. Alguna manito atrevida, las apretujaba un poco. Otra, les daba una caricia con dulzura, tratando de sentir un latido o el sonido de la respiración del dragón que dormía en su interior.

Al cabo de un tiempo, la seño Pao comenzó a preocuparse...

¿Qué iba a pasar cuando nacieran los dragones?

Nati, la seño bibliotecaria, le regaló una idea: escribir una carta.

Pero las ideas no se construyen solas. Llevan tiempo, creatividad y paciencia, especialmente en maestras de nenes chiquitos, que tienen que buscar e inventar cada día, cosas nuevas y llamativas para que ellos se motiven y aprendan jugando.

Finalmente, cuando un lunes, después de un fin de semana largo, los chicos entraron a su salón de clases vieron que los tres huevos de dragón habían desaparecido. En su lugar, solo un papel arrugado, con los bordes quemados.

Kiara y Rosi, se largaron a llorar.

Lauti dijo que seguramente se los habían robado los del otro grado.

Migue se enojó y empezó a patear el piso y las sillas.

Sari y Jose, buscaron debajo de las mesas y en los rincones.

La seño Pao pidió silencio, abrió con cuidado el papel chamuscado y empezó a leerles...

Queridos amiguitos de 1er. grado:

                                                       Muchas gracias por cuidar de mis pichones con tanto cariño.

Ayer, domingo, a las 5 de la tarde, nacieron los tres: Dragonte, Dracila y Dramamine.

Están muy bien, pesan unos 25 kilos cada uno, mas o menos,  sus 8 deditos rasguñan fuerte, la cola se zarandea de lado a lado sin problemas, las alas baten rápido y ya soplaron su primer escupida de fuego azul, por eso esta carta se quemó un poquito.

Espero que nunca nos olviden, les dejamos muchos besos dragonosos.

                                                                                                                Mamá dragona.

Los chicos sonrieron.

Justo en ese momento, Agus miró por la ventana y señaló algo en el cielo.

Encima de una nube gris, cuatro puntitos verdes se movían suavemente hacia el sol.

Clara Silvina Alazraki

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