Los sábados, los
domingos, mientras estoy haciendo las actividades más cotidianas y rutinarias
que uno pueda hacer en el hogar, siento que estoy viviendo dentro de un sueño…
O mejor dicho, una pesadilla.
Creo que voy a despertar en unas horas y toda esta situación
terrible que estamos viviendo en el país, en el mundo, se va a terminar, como
quien apaga o enciende una llave de luz.
Pero despierto el lunes y nada cambió.
Al contrario, todo va empeorando exponencialmente: hay más
gente enferma, más muertos y, sobre todo, más desazón en el aire.
A la pandemia de salud, se le suma la económica.
No sé cuál es peor.
Recuerdo los primeros días de la cuarentena. En la escuela,
nos reunimos en un círculo donde cada una estaba muy separada de la otra. No
nos saludamos de cerca pero todas pensábamos que era algo exagerado.
Ahora, cuando nos convocan para repartir alimentos a las
familias, ya no pensamos igual. La gente viene con barbijo, algunos con máscaras.
La mayoría anda con los guantecitos descartables.
Ya no hay besos ni abrazos.
La distancia social no solo separa de posibles contagios, también
lo hace de las pequeñas muestras de cariño con las que cada día nos recibíamos
para comenzar la jornada de trabajo.
Veo la gente esperando por su bolsita de mercadería y me
pregunto cómo estarán pasando ellos todo esto…
¿Alguien más tendrá la sensación de estar viviendo en una
ilusión?
Hoy es el día 40 en Argentina. En otros países, mas, en
algunos, menos.
Me pregunto si esa ilusión es la esperanza que, como en la
caja de Pandora, está escondida en lo más profundo, esperando la mano que abra
la puerta para que salga, finalmente, de este encierro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario