Retomando las "historias para compartir" en una especie de ida y vuelta con el último relato. No es la continuación de aquel - ambos se pueden leer independientemente-, sino una ventana abierta a las sensaciones de los otros personajes que viven la misma historia, en una especie de mirada desde otro lugar.
¡Qué lo disfruten!
La otra historia
Mi nombre es Luz.
Ustedes ya conocen algo de mi historia: mamá no quiso perder
el prestigio y el honor de la familia y me desterró violentamente de esa vida.
Fue tan fría y calculadora que apenas se notó mi ausencia.
Lo que nadie sabe aún es mi papel en ese juego.
La otra cara
de la moneda.
Recuerdo, cuando niña, mi sed de amor siempre insatisfecha. Jamás
faltò el mejor colegio, ni la ropa de última moda, ni la fiesta brillante donde
una era la estrella pero… ¡qué lejos estaban las verdaderas luces de los
sentimientos!
En nuestra casa, apenas se vislumbraban. Todo era un gran vacìo
de tinieblas. Una seducción de lujo y confort que poco dejaba en el interior.
Por eso, el día de mi cumpleaños de quince, cuando conocí a
Manuel, todos aquellos telones que armaban una coreografía donde YO era la
protagonista principal, se derrumbaron sin sentido.
Y quedé sola y desnuda, como recién nacida. Sin nada por
delante y sin pasado.
No sé quién lo había llevado a la fiesta, ni quien me lo
presentó. Solo recuerdo que bailamos toda la noche y hablamos de tantas
cosas…parecía como si nos conociéramos de años.
Algo comenzó a despertarse en mi interior.
De pronto, mi
cuerpo era un mar tormentoso que se agitaba entre la lluvia. No me reconocía a
mí misma. El amor devoraba todo recelo y reclamaba más y más.
Cuando le conté a mamá, se enojó muchísimo. Por supuesto, ya
lo había investigado y llegado a la conclusión de que era un pobre tipo que
tenía que trabajar para vivir. ¡Nada menos! Me propuso que lo usara para
divertirme y que después lo desechara.
¡Qué equivocada estuve! Fui a mostrar toda mi alegría y me
encontré con un témpano de hielo.
Fue en ese momento cuando tomé la decisión de seguir
viviendo inmersa en ese amor y no en un
caldo de cultivo societario.
Manuel comprendió. En secreto, preparamos la fuga. Solo
importaba estar juntos.
Un lunes, al salir del colegio, le dije a uno de mis
hermanos que no volvía a casa pues una amiga me había invitado a la suya. Lo vi
partir y corrí hacia el lugar convenido. Allí me aguardaba Manuel en su viejo
coche. Anduvimos kilómetros y kilómetros hasta llegar a un pueblito donde vivía
su abuela.
Le explicamos.
Al principio, nos retó muchísimo, cuando comprendió la
verdad, nos abrazó y nos brindó todo de sí.
Fue una época hermosa.
Manuel trabajaba en el campo, yo lo
acompañaba e intentaba hacer algo mientras reíamos de mi falta de habilidad
para todo.
Éramos como niños en un Paraíso creado solo para nosotros dos.
Me di cuenta de que estaba embarazada y eso aumentó nuestra
felicidad. Gozábamos cada segundo.
La abuela trajo una comadrona a casa para que me ayudara en
las últimas semanas antes del parto. Ni imaginamos que con ella llegaba aquel
maldito virus…
Inmersos en otro mundo, no sabíamos que una gran epidemia
incontrolable estaba avanzando por esa zona. Cuando nos enteramos, ya era
tarde. La oscuridad cayó de golpe y sufrimos por esa buena mujer, que se fue en silencio, como llegó. Después murió
la abuela.
Quedamos solos. Contagiados. Decidimos luchar hasta el
final.
Manuel me pidió que me reconciliara con mi familia. Él lo
había intentado un tiempo atrás, aunque no había logrado nada.
Probé.
Llamé por teléfono y atendió mamá. Empecé a hablar, a
contarle. Mi voz tranquila se tornó desesperada al notar que ella no me
escuchaba. Cuando me rendí y solo restaba decirle que la amaba, que había
descubierto mucho de mí y que era feliz, ella cortó. Nunca más pude volver a
hablarle.
¡Qué horrible sensación! Aquello provocó las primeras
contracciones y ese mismo día nació el bebé. Tibio, flaquito, llorón… enfermo.
Quedamos internados en una salita del pueblo, donde día a día
pasaba la Muerte y se llevaba a alguien. Manuel logró que nos dejaran volver a
casa y allá nos fuimos. Transformamos la cocina en un hospital, Tal vez por eso
logramos extender nuestras vidas un
poquito más.
Sorprendentemente, el más fuerte, Manuel, fue el primero en
partir. Lo siguió mi frágil bebé, que ni siquiera había llegado a soñar vestido
con un nombre propio.
Quedé sola.
No creo que mucho tiempo más.
Estoy débil y escribo desde mi cama las últimas palabras de
esta historia. Lo hago para que, si alguna vez, mamá llega a leerlas,
comprenda. Aunque se, que después de que pasa la Muerte, todo se quema, por
temor al virus, pero creo que es lo único que me mantiene aún en este mundo.
Hace dos días que no puedo dormir. Mis ojos están cansados.
Estoy agotada.
Una ventana se abrió con el viento no sé cuándo, y deja
entrar una hermosa luz que se derrama sobre mí. Es extraño. Siento que me
invaden nuevas fuerzas.
Desde afuera, alguien grita mi nombre. No puedo creerlo,
pero… si, es Manuel. Es mi bebé. Son ambos, que juntos pasan a buscarme.
Me levanto y salto a través de esa ventana y me alejo para
siempre de este lugar de dolor, dejando detrás mi viejo cuerpo.
Soy Luz y voy hacia la Luz…
Clara Silvina Alazraki
El relato en audio:
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5 comentarios:
Hermoso Clari!!!No dejás de sorprenderme en cada cuento .
Tenés el don de la escritura Gracias!!!
Gracias a vos,Tere!
:)
Hermoso Clarita. Felicito tu arte. Abrazo tu corazon!!!
Hermoso Clarita. Felicito tu arte. Abrazo tu corazon!!!
Gracias Susi y Rubén!!!
Los queremos mucho
:D
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