Hace poco terminè el Postìtulo en Educaciòn y TIC y venìa incubando la idea de hacer algo que combinara diferentes cosas que me gustan. Por sugerencia de mi amada familia, saco del estante de la biblioteca, diferentes relatos que escribí a los largo de varios años y con una nueva mirada, intento enriquecerlos digitalmente para compartirlos.
Espero les guste.
"Nieve derretida"
Vivían en un lejano pueblo, un lugar perdido entre montañas.
Isus era el nombre de uno, el otro, Luciano.
A medida que se llenaban los baldes, con una pequeña navaja tallaba trozos de corteza que se convertían en pájaros, caras, flores.
Tanto los peces como sus pequeñas creaciones, terminaban por la tarde en la feria del pueblo donde turistas se llevaban sus tallas y puebleros, el producto de sus redes.
Isus era muy querido. Todos sabían que, necesitaran lo que necesitaran, él haría lo imposible por conseguirlo o -por lo menos- ayudar en su búsqueda.
Su hermano, representaba todo lo opuesto: su cara envejecía con arrugas de preocupación, dudas, rencor, tristeza. Su oficio, el comercio, le reportaba grandes beneficios materiales, por eso poseía la casa más grande y bonita del poblado, su negocio rivalizaba con los puestos de la feria comunal. Luciano jamás había comprendido a Isus. Desde niños, sus caminos llegaban a metas diametralmente opuestas y ambos lo sabían; mientras Isus intentaba por todos los medios acercarse a su hermano, Luciano se alejaba más y más.
Un día, llegó al pueblo un contingente de noruegos. A pesar de no conocer el idioma, pronto se pudieron comunicar con la gente por señas y frases guturales que, generalmente, culminaban en carcajadas. El primer lugar que visitaron fue la tienda de Luciano y, para gran alegría del dueño, se llevaron casi la mitad de su negocio.
En la feria pasó algo similar.
La gente estaba contenta pues a pesar de que el turismo no era la principal fuente de ingresos, siempre ayudaba a redondear el presupuesto.
El siguiente paso fue conseguir que los lugareños los guiaran en sus excursiones.
Isus recorrió el lago llevando y trayendo gente como jamás lo había hecho. Al atardecer estaba tan cansado como si hubiese escalado varias de las montañas nevadas que los rodeaban.
Fue entonces cuando apareció la última muchacha, que le pidió navegar. Le iba a decir no, pero vio en sus ojos una silenciosa súplica por conocer lo desconocido y no pudo negarse. Subió otra vez a la canoa y, lentamente, comenzó a remar. La muchacha, a diferencia de sus compañeros que no paraban de hablar en su intrincado idioma, estaba callada, con una sonrisa imborrable de su rostro.
Isus olvidó el cansancio, los músculos adoloridos y disfrutó tanto como ella del paseo.
Los últimos rayos de sol se ocultaron, las estrellas marcaron el rumbo de la vuelta. En el amarradero, ella lo despidió con un suave beso sobre la mejilla.
Esa noche, Isus soñó con ella. Despertó sintiendo que la conocía de toda la vida.
La mañana nació blanca y fría. Apenas se distinguían las puntas de los árboles.
Isus cruzó el pueblo rumbo a la pequeña estación de trenes. A mitad del camino se encontró con su hermano y lo saludó con alegría. Luciano iba apurado, era hora de abrir su negocio.
Isus suspiró con un asomo de tristeza, tal vez algún día...
Los vagones negros, relucientes estaban llenos: otra vez los turistas al ataque.
La muchacha se encontraba allí.
Un silbido, una nube de vapor y la máquina se alejó entre pinos cargados de nieve.
Él se quedó mirando hasta que solo quedó una manchita y un traqueteo lejano. Entonces, fue al lago para comenzar un nuevo día de trabajo.
Recién por la noche se enteró de la desgracia: un aluvión de hielo había caído sobre el trencito a varios kilómetros del pueblo. La gente transportada estaba atascada en aquel lugar. Un grupo de ayuda se estaba organizando para buscarlos y socorrer a los heridos. Isus se les unió, también su hermano.
Cuando llegaron al lugar del accidente, la incertidumbre y el desasociego se apoderaron de todos; la máquina había descarrilado, había cuerpos por doquier.
La mujer de los sueños de Isus, sostenía a un hombre muy malherido. Los hermanos corrieron para ayudarla. Entre los tres hicieron lo posible por asistir a los accidentados.
Era la primera vez que los hermanos trabajaban codo a codo. Juntos y en silencio. Y a cada paso, descubrían el placer de compartir un objetivo común, cada uno a su manera; Luciano, con su forma de ser práctica, entablillaba piernas y brazos, vendaba heridas, Isus, daba palabras de aliento, acariciaba una frente caliente por fiebre, alentaba al dolorido.
Ambos se complementaban muy bien.
La muchacha, entretanto, los ayudaba.
Las últimas estrellas desaparecían ya, cuando recogieron al último herido.
Camino al pueblo, los hermanos tuvieron tiempo de pensar en todo lo que había sucedido esa noche.
Isus, estaba contento: era un sueño hecho realidad, su hermano y él, trabajando juntos...
Luciano descubría el significado de la sonrisa, el valor de dar, Isus, la practicidad de la lógica, lo útil del rápido hacer.
Varias ambulancias llegadas de la ciudad se llevaban a las personas más lastimadas.
Pronto quedaron los tres solos.
Ella sostuvo su mirada largamente y les dijo:
"Yo solo ayudé a derretir la nieve, ustedes son los responsables de avivar el fuego" y en un fogonazo de luz, desapareció...
Fue el primer día en que los hermanos caminaron juntos a sus trabajos.
Clara Silvina Alazraki
Imàgenes utilizadas:
1. Puerto Natales: Torres del Paine - Jorge González
2. KARINA BEROLEGUI - San Martín de Los Andes
3. Propia
En audio, un poco resfriado, pero comprensible...
;)
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