Los caminos corren,
marchan,
van y vienen,
se enredan en rulos vertiginosos
o simplemente siguen el trazo derecho de una especie de regla sin medida.
Desde la mirada de un niño, son infinitos;
desde la de un adolescente, interminables,
desde la de un joven,
los caminos poseen derivaciones transversales,
que llevan quien sabe adònde;
desde la de un adulto...
pueden significar tanto un medio para crecer
como una cotidiana rutina que se debe transitar cada dìa
(si pudiera graficarlo, serìa con la imàgen de un hombre cansado, con la espalda encorvada por el peso de los años y los desengaños);
desde la de un viejo,
no anciano ni geronte ni abuelo ni veterano,
simplemente viejo, gastado y trasnochado,
la recta final...
La terminal de todo.
El comienzo de nada.
Hoy miraba jugar a los niños en el recreo y descubrì
la mirada apagada,
esa, que pensaba que solo se desplegaba despuès de una larga vida.
La mirada perdida, vacìa.
Y pensè:
Cuánto estamos perdiendo,
con seres vertiendo amargura sobre las semillas,
inundándolas con violencia, melancolìa y pena...
¿Se podrà revertir esta sequìa?
Los caminos corren,
pero solo unos pocos pueden llegar erguidos al final,
con el orgullo intacto de haberlos recorrido con honestidad
y
Amor.
2 comentarios:
Espero que si, que consigamos llegar bien erguidos y orgullosos del camino recorrido. Qué esa pena, ese vacío y esa melancolía nunca nos llegue!!
Bonito texto, Clara :)
Un abrazo fuerte! ^^
muchísimas gracias, Carmen.
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