Mucho se ha
hablado y discutido en los espacios de Facebook, twitter ,google + y
los debates de YouTube,
sobre las redes sociales en la formación.
Intercambios riquísimos,
donde los profesores más experimentados han compartido experiencias, fortalezas
y debilidades que rodean este tema y los que estamos recién comenzando a
usarlas, aprendimos muchísimo de las mismas, poniendo nuestro granito de arena
donde pudiera ser útil (o pertinente)
Quisiera
detenerme un minuto y mirar más allá de los espacios que nos ha brindado la tecnología
en las últimas décadas y pensar...
Redes sociales,
siempre hubo y hay: familia, amigos, vecinos, comunidad educativa…
Y en esas
comunidades hay de todo: amor y cariño versus odios, intercambio social, peleas
y discusiones, ninguneadas o exaltación del otro, atracción y rechazo, prestar atención
o ignorar…
Uno no es el
mismo cuando socializa con su padre, su vecino, su alumno o el chofer del micro
que lo lleva a su centro educativo.
Volviendo al
tema de la virtualidad y sumergiéndome de lleno entre las teclas, puedo ver que
todo eso se replica en las redes. La gran diferencia es que ahora estamos solos,
nuestros compañeros, por muy reales que sean del otro lado del computador, solo
constituyen una imagen, una palabra; nuestra mente y creatividad hacen el resto
al imaginar un cuerpo entero, la carcajada o la risa tras el LOL o la J , la forma de
decir, los gestos tras determinadas frases o ideas, también las intenciones,
expectativas o sueños…
¿Qué pasa cuando
las usamos como herramientas para la formación?
En mi caso en
particular, comencé a usarlas hace algo más de dos años, intentando conocer y
sumergirme en este mundo donde hasta entonces solo tocaba de oído.
Varios cursos,
talleres y MOOC después, intenté llevarlas al aula, pero me encontré con varios
obstáculos en el paso.
Por ejemplo, más allá de que la escuela donde trabajo, no tiene Internet y las computadoras que dispone tienen más antigüedad que la serie El Zorro sin colorear, finalizada una capacitación donde nos animaban a crear nuestros blogs, pensé: ¿Por qué no hacer el blog institucional?
Podría ser útil para comunicarnos, para
visualizar las cosas que hacen los chicos más allá de las cuatro paredes del
aula o el salón de actos…
Y allí ingresó
la Escuela 22 de
Mar del Plata en la red. Al principio con entradas diarias y con el tiempo
con una o dos semanales…
¿Quién leía el
blog?
En mayor medida,
mis compañeros de múltiples cursos, alguna vez los docentes de la escuela u
otros que pasan como practicantes o residentes por ella y cada tanto, cuando hay imágenes de los
chicos, alguna familia…
La red twitter y
G+ sirvió con la cuestión de la ubicuidad y para que llegara a algún otro
docente que intentara repetir la idea en su establecimiento.
La idea de
generar un espacio para compartir y publicar comentarios, inquietudes, hablar
sobre problemas o novedades que surgen en la cotidianeidad del aula; proponer
materiales didácticos, teóricos o metodológicos, además de ser un espacio para empezar a
conocer otras herramientas que hoy no
todos manejamos de la misma manera, digamos que se evaporó con el tiempo.
Con la red
Facebook de la escuela resultó algo peor, ya que no solo no se comparte prácticamente
nada educativo, sino que es un compendio de pavadas y chismeríos (con el
agregado que muchas docentes tienen de “amigos” a sus alumnos y ni se cuidan en
el lenguaje que usan o en el material que suben).
Sin embargo, mi
propio blog, se ha constituido en mi caballito de batalla, en mi bebito
digital, donde intento llevar cada producción realizada en los diferentes
embrollos virtuales donde me sumerjo (llámese MOOC, cursos educ.ar, pos
títulos y otros), de allí a las redes sociales para compartir (twitter y G+
son las que más simpatizo, especialmente la primera).
Resumiendo, creo
que las redes sociales son un excelente vehículo para la formación profesional
pero requieren que quien las utiliza tenga compromiso, perseverancia y
coherencia entre otros factores.
Como expresa Héctor
Eduardo Cardona Carmona
“La conformación de las comunidades de
educación virtual garantizan su funcionamiento y continuidad, siempre y cuando
se cultiven en ellas valores como la participación, la responsabilidad, la
credibilidad y la confianza; elementos estos que se constituyen en ingredientes
imprescindibles para la existencia de cualquier comunidad humana.”
Podemos usarlas
con propósitos lúdicos o de comunicación, por supuesto que sí, pero cuando el
fin se convierte en simplemente replicar por ellas la telenovela de la tarde, la
crítica constante, el desahogo indiscriminado, el compartir hasta el color de
medias que uno se puso, creo que no sirven (por lo menos con objetivos tan
preciados como lo son la formación… salvo que uno quiera convertirse en un
profesional de la vacuidad).
En mi caso en
particular, me han servido… ¡y mucho!
3 comentarios:
Una entrada mas que amena, palabra justas, usando las tuyas (basadas en la teoría de lo estudiado) muy bien explicado profe!
Gracias, Silvia!!!
y vamos a tener que seguir aprendiendo y experimentando, que eso es la vida ¿No?
Felicidades Clara. Un artículo muy ameno y que resalta los valores que siempre deberían estar presentes en las redes, como nuestro día a día . Gracias por compartir el artículo. Besos
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