miércoles, 3 de mayo de 2023

Vecinos

 Para Alicia, Tito, Zule y don Oscar, con amor...

Muchos años pasaron (aunque no taaantos), de aquel día en que, junto a mi marido, novio en ese momento, andabamos recorriendo el barrio en bici, buscando algún terreno que nos gustara y fuera el lugar donde construyéramos nuestro hogar.

Fue entonces cuando nos cruzamos con Alicia. Ella llevaba pan recién hecho debajo de unos repasadores que dejaban escapar ese olorcito tentador de la levadura caliente.

No eran épocas de desconfianza o resquemores por la inseguridad. 

Creo que fue casi instantáneo. Con su sencillez de pueblo y su simpleza de mujer que ha vivido mucho, ella nos "adoptó" de inmediato, también Tito, su marido, y Zulema y Oscar, nuestros vecinos de enfrente.

Recuerdo que cuando llenamos los cimientos, vinieron todos a ayudar. Uno cargaba un balde, otro daba un consejo, otro andaba con la pala al hombro y otro nos alentaba a seguir...


Con el paso del tiempo, nuestra amistad crecía, así como las anécdotas que compartíamos.

Como esa vez que pasó por Mardel una cola de tornado, el viento destrozó innumerables lugares y árboles. Don Oscar nos dijo que una de las ramas de la lamberciana que teníamos en el frente, podía caer sobre el techo de otra casa. En un abrir y cerrar de ojos, se trepó y la cortó a serrucho limpio. Por aquel tiempo tendría unos 70 pirulines.

Muy poco sabíamos de su pasado, digamos que fuimos hilvanando hechos a lo largo de los años.

En su juventud, él había trabajado en una fábrica, donde había tenido un puesto de gran responsabilidad, en algún pueblo relacionado con La Fotestal. Mas allá. de eso, era un hachador nato. Por aquellos lares, conoció a Zule, una señorita de familia importante. Tal vez uno de esos amores prohibidos por esos tiempos, la niña y el peón... No sé. Solo conocimos atisbos de esa historia, de la que quedaban huellas en la forma delicada de hablar y en los conocimientos de Zulema y en la sencillez y espontaneidad de don Oscar.

Pegada a su casa, tenían una quinta extraordinaria, donde se mecían con el viento, plantas de tomates, zapallos, maiz y otros, también unas flores naranjas y fragantes, sucedáneas del azafrán. Al lado, la canchita de bochas, donde se juntaban a jugar los "muchachos" de 60/70/80 años del barrio.

Recuerdo la risa de don Oscar. Cruzaba la calle y sonaba como una campanita aún en el fondo de nuestra casa. Era una carcajada transparente, ruidosa, de esas que escuchás y te contagian. Llena de vida.

Zule, en cambio, era mas recatada, tranquila.

En diciembre, nos reuníamos todos en casa , cada cual aportando algo para festejar y brindar por un nuevo año y otros vecinos que se iban sumando a la cuadra.

-ustedes nos juntaron, nos dijo Oscar en medio del entrechocar de vasos...

Don Oscar también era un apasionado de la pesca. Se embarcaba o pasaba horas en la escollera, con sus amigos, esperando pacientemente.

Con mi perro, íbamos a la playa con las carpetas del profesorado. Caminábamos de orilla a orilla, mientras repasaba definiciones, nombres, contextos... Cada tanto, escuchaba una carcajada. Después, la broma era que no se sabía si los pescadores cuidaban a "la Clarita" o "el Dan" (nuestro perro, bravisimo con los extraños, mezcla de ternura y fiel guardián con nosotros).

El barrio era como un pueblo. 

Nos conocíamos, nos cuidábamos...

Una siesta muy calurosa de verano, "el Dan", nos despertó a todos a ladrido limpio. El baldío que estaba junto a lo de Zulema y Oscar, se estaba incendiando. Las llamas avanzaban sobre su casa. Salimos todos con baldes, mangueras y tapos mojados para apagar la travesura de un niño que había comenzado todo, jugando con fósforos y cañitas voladoras. Flor de susto.

Además de las bochas, eran épicas las juntadas para jugar a las cartas. Largas rondas de canasta, escoba, chinchón...

Alicia hacía unos chasquiditos que, no se sabía si eran para distraer a los demás o celebrar las cartas que le habían tocado. Nos hacía reir. Mucho.

En la época que aún estábamos en obra, nunca faltaba algo calentito que nos levantara el ánimo cuando casi nos íbamos. En su casa, guardábamos muchos de los materiales de la construcción. A ella no le importaba el polvo o el desorden que ocasionaban.

-mejor que queden acá. Ese vecino, decía señalando para un lado, hizo media casa con lo que le robó al otro, y selalaba al otro lado.

Una fría noche, mientras estábamos en las palabras de despedida, escuchamos un fuerte golpe metálico en el patio. Salimos todos, para ver que había pasado y vimos a nuestro perro, muy orondo, comiendo a velocidad supersónica, el relleno de las empanadas que Alicia había dejado enfriando. Ella lo sacó a escobazos y pudo recuperar una parte. Nosotros, morados de vergüenza, no sabíamos como pedir disculpas y Tito, ah, Tito, entre muerto de risa y enojo, retaba a su mujer por haber tenido la idea, tan de pueblo, de dejar la carne templándose afuera.

Jamás me gustó el café, pero tomaba sin chistar los super tazones calentitos de cafe con leche que nos preparaba Alicia.


Mucho tiempo e historias pasaron.

Un día, volvíamos de estudiar o trabajar y nos encontramos con un cartel de "casa en venta" en lo de Zulema y Oscar. 

Así, de sopetón, de la noche a la mañana.

Ellos no habían estado muy bien por qué en los ultimos meses, sobre el terreno donde estaba la quinta y la cancha de bochas, habían levantado una prefabricada. En un principio, don Oscar había ofrecido solidaria y gratuitamente su ayuda para que fuera una construcción firme, de material, pero el nuevo vecino era duro, testarudo y no quería saber nada de ladrillos ni de trabajar en una obra. Solo quería dejar de alquilar y mudarse.

No quedó nada de las plantas de maíz, tomates, flores naranjas. 

No quedó nada de las carcajadas de don Oscar.

Allí comenzó su peregrinar.

Primero se fueron a la casa de uno de sus hijos, por el sur de Santa Fe. 

Después, volvieron a Mardel, hasta que les entraron a robar, le pegaron a don Oscar en un episodio confuso, donde él aseguró durante años que en esa situación horrible estuvo metido el hijo de unos amigos suyos...

Se fueron a Tandil, lo que constituyó una excusa perfecta para viajar allí cada año, de vacaciones y para visitarlos, obviamente. Nuestro pequeño jugaba con sus autitos o se cruzaba a la plaza, donde se levanta una vieja chimenea de ladrillos, mientras tanto, nosotros charlábamos durante horas sobre nuestras vivencias actuales o las que habían quedado enganchadas entre las calles de nuestro viejo barrio.

Otra mudanza: a una de las cabañas que alquilaba el hijo. Un lugar precioso, desde donde se abría el camino hacia los circuitos turísticos serranos.

Por temas de salud y otros, terminaron sus días en un geriátrico.

Una de las últimas veces que vimos a don Oscar, recuerdo que le habló tan bien a nuestro hijo que nos hizo emocionar hasta las lágrimas. Le dió consejos, como solo una persona que tomó lo mejor de la sabiduría de la vida puede hacer, mientras lloraba, también emocionado. Cuando se lo llevaron para que descansara, nos quedamos un rato charlando con Zule. Ella nos contó que sospechaba que eran sus ultimos momentos, que él estaba mal, con muchos dolores y posiblemente Alzheimer. Nos dijo, mientras la escuchabamos azorados,que si tuviera la fuerza, tomarian juntos cualquier pastilla que les cortase los lazos con la vida. Pero esas solo eran teorías navegando en su cabeza. Don Oscar partió y ella siguió varios años más, yendo y viniendo por diferentes geriátricos.


Más de 30 inviernos pasaron desde aquel primer encuentro con nuestros vecinos.

Tito fue el primero que se fue, después Oscar, hace unos días, Zule.

Solo queda Alicia.

El barrio cambió.

Pasó por una etapa donde creció, junto con los chicos que jugaron en sus calles, con sus bicis, pelotas y travesuras de niños.

Ahora ya es parte de una ciudad que se extiende y olvida sus raíces de pueblo grande, donde la inseguridad no era sinónimo de violencia sino parte del paisaje...


Clara Silvina Alazraki


Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 4.0 International License.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Clara me emocionó mucho!! Es muy lindo lo que has escrito,es parte de la vida de uds.?gracias por enviarla!!quise ponerla en mí face y no pude😲😳😔🙈abrazos!! Que gran escritora!!

Clarasil dijo...

Gracias Dolo!!!!

Anónimo dijo...

Como nooooo emocionarme!!! Graciassss Clarita por recordarlos con tanto AMOR ❤️... Los recuerdos más lindos de mis vacaciones fueron ahí... Los primeros pasos de mi hija Agostina en la casa de Los Abuelos Tito y Alicia, los mates y juegos en el patio de Zulema y Oscar, tu pequeño Berni, hoy ya todo un hombre, cuanta nostalgia... GRACIASSSS POR RECORDARLOS CON TANTOOO AMOR ❤️❤️❤️❤️

Clarasil dijo...

FE DE ERRATAS
Parece que me equivoqué con algunos recuerdos: el incendio fue de noche, quien dijo que habíamos unido a todos, fue Alicia, y Zule y Oscar, se mudaron a Campana... Bue, pequeños detalles 😁😁😁😁

Clarasil dijo...

Gracias Julio!!!!