Para Pao, con todo mi cariño...
Hay historias que te rompen el corazón.
El año pasado, una de mis compañeras, hablando con uno de
sus alumnos de segundo grado sobre la
causa por la que no venía seguido a la escuela, descubrió que el nene estaba
durmiendo en el piso porque no tenía otra forma.
Venía sucio, con
hambre; su papá estaba desempleado, la
mamá, los había abandonado por violencia familiar, cuando el chiquito era un
bebé. ,
La maestra hizo una movida grande, juntó cosas que tenía en
su casa, organizó para que donaran alimentos. Consiguió bastante, lo puso en
una caja y en bolsas y, como el nene
tomaba la combi comunitaria, decidió llevar todo ella misma, en su auto.
La combi comunitaria es un invento del Estado, apareció en 2019. Es un intento para que los
chicos
que faltan asiduamente, concurran a la escuela. Tiene un recorrido
básico y los chicos van subiendo o bajando, según la hora, en el lugar donde
les queda más cerca de sus hogares. Digamos que esa es la combi oficial,
también está la paralela, la común, que conocemos todos (que hay que pagar
tanto por mes). La primera es gratis, obvio. Lo gracioso o ilógico o… es que ambas son una, donde los chicos de los dos grupos se juntan, se pegotean, se mezclan, como fideos pasados…
Salió el padre, balbuceó un gracias. Ella se fue con su gran
corazón un poco más tranquilo.
Al día siguiente, el nene no fue a la escuela, tampoco al
otro, ni al otro…
Mi compañera, llamó al teléfono de contacto. La línea estaba
fuera de servicio, como generalmente ocurre con los números celulares de muchos
de los chicos.
Entonces, se comunicó con la tía (que también tiene o tuvo
alguna vez, niños en la escuela). Ella
atendió enseguida.
Le contó que el nene estaba vagueando con el papá,
que si ella pudiera, se lo llevaría a vivir a su casa.
Que un rato después de que le llevara la mercadería, el papá
había agarrado todo, llevado a un lugar y cambiado por droga.
Que por favor, no le
llevara más cosas al hombre porque era un tipo que no iba a cambiar más.
Mi compañera cortó mientras lloraba con toda el alma.
A veces, uno quiere hacer un bien y termina agregando leña
al fuego, convirtiendo una fogatita en un incendio descomunal.
La solidaridad está devaluada, vale menos que un billete
fuera de circulación. No por el hecho en
sí, de que sigue siendo una cuestión invalorable, sino porque el dar se
ha convertido en una obligación en algunos grupos sociales, y el recibir, ni
siquiera se retribuye con el sentido de la decencia (no quiero generalizar,
pero pasa… y mucho).
Hoy, me levanté pensando en ellos.
¿Qué será de su vida, en este momento donde estamos todos
encerrados en un sálvese quien pueda?
¿Cómo estarán viviendo?
¿Tendrán algo para comer?
¿Se quedaran dentro de su casa?
Hace unos diez días, la escuela hizo la última entrega de
alimentos para las familias del barrio.
Esta semana, van a convocarlos para repartir algo más (una bolsita de mercadería que sirve para unos días pero, mejor que nada, es).
Esta semana, van a convocarlos para repartir algo más (una bolsita de mercadería que sirve para unos días pero, mejor que nada, es).
Me pregunto si ese hombre será
capaz de cambiar esa bolsa por drogas, como las bolitas o las figuritas que
intercambian los chicos en el recreo.
Cuando era adolescente, una vez
leí una frase que me marcó.
Recuerdo que la tenía pegada en
la parte de afuera de una de las carpetas de la escuela secundaria:
Amar es dar sin recordar y recibir sin olvidar.
Brindemos por el dar con amor, y olvidemos los, pequeños grandes detalles,
que hacen que las bases sobre las que se asienta, demasiadas veces se deshaga, como castillos de arena alcanzados por una ola
en la orilla del mar...
Clara Silvina Alazraki
Imágenes
Transporte escolar
Manos tomadas
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