sábado, 5 de enero de 2019

2019

 Retomando el año con las historias para compartir, pensando en tanta gente que se pierde en la calle, tantas familias preocupadas, buscando...
Uno nunca sabe qué pasó con ellos en ese ínterin, pero puede imaginar.
¡Buen año 2019, disfruten la vida!

Loco pero feliz

Le decían “el loco del cementerio”. Era un tipo raro…
Alguna vez había sido un famoso artista, un escultor con la fama y la fortuna rendidas a sus pies.
Una mala noche, su vida había cambiado para siempre, cuando ladrones entraron a su casa y –como no encontraron suficiente dinero-, mataron a su esposa, su único amor, su única familia y el lazo que lo mantenía sujeto con la realidad de este mundo. A partir de ese momento, todo se fue derrumbando. Primero su mente, luego los amigos interesados que lo rodeaban en épocas de bonanza y desaparecieron sin magia ni despedidas mediante. Finalmente, sus bienes y posesiones.
Cuando ya no le quedaba nada, salvo lo puesto, comenzó a vagar por diferentes lugares. La gente lo observaba, alguno se compadecía y nunca faltaba un pan, un plato de guiso, una manta raída.
Dentro de su cabeza, estas limosnas tenías significados dispares. Si alguien le ofrecía un alimento, no era una persona quien se lo daba, sino la naturaleza, como si de ella brotase. Tampoco veía la sonrisa del grupo de jóvenes que hacía el rondín para contener a la gente de calle, él sentía que la ayuda era como maná del cielo. Desde Dios, sin intermediarios.
También el tiempo se había detenido en su mente. Dormía de día, almorzaba sobras en mitad de la madrugada, esperaba el amanecer a las seis de la tarde.
Tenía una sensación de que algo faltaba en su vida, aunque no podía definirlo. A veces, despertaba de un sueño profundo sintiendo un gran vacío acariciando su corazón. En esos momentos, recuperaba por segundos, la cordura perdida. Recordaba su pasado, su amor perdido, inmediatamente, la niebla del olvido lo tomaba…
Un día, caminaba por las afueras de un poblado de pescadores. Las casas, blancas y limpias, los caminos rojizos, árboles de mandarinas en las veredas y la plaza. Había llovido toda la tarde, ahora solo caía una fina garua.
El loco, mojado pero feliz, buscaba algo que ni siquiera tenía noción de qué era. De pronto, comenzó
a formarse un majestuoso arcoíris. Nacía en los campos, más allá de la zona urbanizada y parecía morir cerca de allí, en una esquina.
Maravillado por el milagro en colores, comenzó a cantar, mientras corría, buscando tocar el verde, el rojo, el naranja… Vio el reflejo del arco multiplicado en cada fruto de un árbol de cerezas. Lo trepó mientras arrancaba puñados y se las comia, casi sin masticarlas. Su sabor áspero,  atravesó su garganta en un dulce ahogo.
El loco elevó sus manos al cielo, como pidiendo ayuda, gracia, aire… Pero no obtuvo nada. En cambio, percibió los colores más brillantes, los olores más fuertes; su piel se estremeció en un escalofrió de placer cuando vio que las ultimas nubes que se replegaban en el cielo, se abrían para dejar paso al rostro de su amada, que lo recibía entre sus brazos.
Se levantó viento, las hojas se arremolinaron en la base del árbol, formando una cama mullida que recibió suavemente el peso del hombre.
El arcoíris desapareció, quedó una nube solitaria, casi transparente en el cielo, que fue desvaneciéndose hasta transformarse en una bolita de luz, que finalmente se fundió con el fuego del sol.


Clara Silvina Alazraki

Imágenes propias

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-CompartirIgual 4.0 Internacional.

2 comentarios:

Carmen De Loma dijo...

Que historia, Clara!! Triste por la vida tan triste que tuvo que vivir tras perder a su amada, pero a la vez tierna... Y, además, el final lo clavas ;)
Me encanto!! Un abrazo, guapisima!!!

Clarasil dijo...

Gracias, Carmen!!!!
Llegó el abrazo y vuelve con besote!