martes, 12 de julio de 2016

Abriendo el baúl de las historias: un cuento para soñar antes de dormir

Este relato tiene muchísimos años.
Un día, se quedó a dormir en casa mi sobrinito. Al llegar la hora donde se cierra el telón para esperar a un nuevo día, él no tenía ni una pizca de sueño. Tras probar diferentes estrategias (recuerdo, entre otras,  que salimos a caminar con el perro en medio de la noche... otras épocas donde la inseguridad era menor o uno no era tan conciente de los peligros que acechan en las sombras), se me ocurrió tejerle una historia donde el protagonista tenía el nombre de su papá con la edad del niño.
Finalmente se durmió y a mí me quedó esta historia.
¡Què la disfruten!


Pablito y el barrilete juguetón.

(un cuento para Tomi)

El fuego del sol se confunde en el cielo con los colores del barrilete de Pablo. Casi cuatro horas llevó fabricarlo y ahora, vuela sin alas en la inmensidad celeste.

Al principio, Pablo pensaba que todo era un invento de su papá: ¿Cómo podría remontarse en el aire un amasijo de hilo, papel y cañas con la gracia de un pájaro? Después, cuando lo construyeron, poniendo cada pedacito en su exacto lugar, comenzó a vislumbrar que también era posible volar sin plumas.

Es muy emocionante verlo subir y subir. Un puntito rojo, amarillo, naranja que pide más y más y
baila con la música que le toca el viento.

Junto a Pablo se forma un círculo de seis… siete chicos que miran hacia arriba. Uno de ellos, una nena chiquita, de rulitos, le pide:

-¡Prestame! ¡Dale! ¡Un ratito, nomás!

Pablo duda solo por un instante. Puede más su bondad que su orgullo de dueño. Le pasa la madeja de hilo y le explica qué hay que hacer y cómo. La nena sonríe feliz y mueve sus bracitos, tan delgados que parecen una extensión de la cola del barrilete.

De pronto cambia el viento.

Todo ocurre en segundos: el hilo se corta y el juguete se pierde libre, tras las nubes. La nena se asusta, tiembla con miedo. Pablo queda callado, mirando hacia el horizonte. Sus ojos se llenan de lágrimas aunque no dice nada para que su amiguita no vea la tristeza que desborda de su alma. Solo menea la cabeza y se aleja con paso rápido.

En casa, papá adivina algo que se esconde tras su muro de silencio pero prefiere dejar que él hable y no atizarlo a preguntas.

La noche es larga sin barriletes y tarda en dormirse. Finalmente cae en un letargo frágil y sembrado de sobresaltos.

Un sueño domina todos los demás. En él se ve montado en un gigantesco cometa azul. Los dos planean encima de los campos, bosques, montañas. Aterrizan en una playa cubierta por la espuma de mar. Allí, otros chicos juegan con sus propios barriletes de formas y colores diferentes. También está la nenita ruluda y Pablo le guiña un ojo. Ella se pone colorada como un tomate. Vuelve a remontar vuelo y ve, a lo lejos, las luces de una ciudad. Sabe que es el lugar donde vive. Busca su casa en medio de miles de tejados. Encuentra la ventana abierta y se cuela por ella despacito. Antes de volver a la cama, que lo espera con las colchas revueltas, le da un beso sonoro al barrilete, que ya se aleja, otra vez buscando las estrellas.

Mañana, cuando vea a papá, le contará de barriletes perdidos y reencontrados, de nubes bailarinas y
viajes estelares y le pedirá que lo ayude a construir otro, con forma de gaviota y color de nieve, para hacerlo volar el día de su cumple de cinco, la semana que viene











Clara Silvina Alazraki



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2 comentarios:

José Florentino dijo...

Tardé un poco en leerlo porque quería encontrar el momento adecuado. No fue antes, sino después de dormir, con lo que me he asegurado la mejor forma de empezar la jornada.
Precioso.
Mááááás, queremos más ;-)

Clarasil dijo...

Gracias!!!!
Especial sobrinos peques
:)
La semana que viene vendrá algo para más grandes