Cuento del caballero
solitario
“Hace mucho, muchísimo tiempo”, comenzó Juana, “existió en
algún lugar un
caballero solitario.
Era un hombre extraño y mágico a la vez. Sobre su hermoso
caballo, en el que se mezclaban los colores del sol en poniente, y con sus
vestiduras siempre rojas, cruzaba puentes y castillos. Volaba como una flecha,
como una chispa de fuego entre ciudades y desiertos. Sin embargo, no existía la
prisa en sus pensamientos. Tampoco el tiempo. Su única finalidad en esta existencia
era rescatar bellas y dulces princesas y destronar terribles y malvados ogros.
Su vida lo llenaba casi completamente. Casi, porque era todo un profesional en
lo suyo, pero en el fondo de su ser, sentía que algo faltaba.
-No, pensó.
-No es posible que sea un caballero solitario. Debo hallar
algo que cubra ese vacío.
Y, tomando su
teléfono celular de la alforja, llamó a su secretaria, concretó dos negocios,
dejó instrucciones precisas que se debían seguir en la compra de unos edificios
y dejó un mensaje por si lo llamaba alguna de sus lejanas amigas…”
-¡Ah, no!, dijo Margarita. No puede ser un solitario y que
tenga amigas que lo llamen.
-Uno puede estar rodeado de gente, tener miles alrededor y
estar solo. Meditó Juana mientras frenaba su bicicleta en la entrada de la
escuela y daba por terminado, su cuento rodante del día.
Clara Silvina Alazraki
Imágenes:
Caballero
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