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viernes, 22 de mayo de 2015

Carta para mis alumnos de ayer, hoy y mañana...

A manera de prólogo, introducción o aclaración…
Para que se entienda bien esta carta, más allá de ser una producción para el trabajo final del Postítulo de Educación y Derechos Humanos (que estoy cursando en el  Programa Nacional de Formaciòn Permanente "Nuestra Escuela" ), se precisa una breve contextualización.
El miércoles 22 de abril fue un día bravo en la escuela primaria donde trabajo. Durante la primer hora, una de las niñas de 1er. Grado, golpeó accidentalmente a otra en el labio, que al estar reseco e hinchado, sangró muchísimo. Cuando la acompañé a buscar hielo en medio del recreo, los chicos se agolpaban alrededor preguntando quien le había pegado. Les decía que había sido un accidente, pero igual volvían a preguntar. En el recreo siguiente, las maestras separaron a  dos alumnos que se habían “trompeado”, a uno le chorreaba sangre de la nariz.
Cuando comenzó la última hora, no pude ir con el grupo al S.U.M. (donde generalmente tenemos clases, ya que es un espacio grande y se puede bailar, correr y jugar con mayor libertad de movimientos), ya que un alumno de 3ro. quería pegarle a uno de los míos de 2do. (y viceversa). Mientras la maestra se quedó afuera del salón, conteniéndolo, tuve que realizar la clase adentro, encerrada con traba y con bastante dificultad y enojo por parte del grupo que no quería trabajar en el salón. Les conté el cuento “Angelito” de María Elena Walsh, y hablamos sobre las peleas y el diálogo. Simultáneamente, la maestra intentaba que el otro nene no golpeara la puerta y el vidrio (cada tanto, yo le preguntaba si se había ido, si habían llamado a la familia). En el ínterin, la maestra quedó bastante golpeada y adolorida.
Casi a la hora de salida, el agresor se va. Decidí que,  por un ratito, los chicos podrían jugar en el patio. Con las mochilas puestas, nos vamos a las 16.40hs del salón. Los hago sentar en una ronda y se ponen al jugar al Pato Ñato. Empiezan a salir los otros grados, para formar la salida e irse a su casa.
Desde un primero, tiran un piedrazo y me golpean la cabeza, cuando me di vuelta para mirar quien había sido, un dolor muy fuerte me toma el cuello y la espalda. Mis alumnos señalan “…ese nene, el de la mochila grandota de Cars…”. Con los ojos llenos de lágrimas, me voy adelante (donde están la Dirección y la Secretaría), le cuento lo que me pasó a la prosecretaria y le pido si puedo sacar hielo (la cabeza me dolía bastante). Allí había otro problema, no se cual, ella me da las llaves de la cocina y me dice si puedo ir yo, lo que hice inmediatamente. De vuelta, voy donde están formados los primeros y le pregunto al nene si él había tirado una piedra, le explico que está mal lo que hizo y que podría haber sido mucho peor si lastimaba a otro compañero o si me golpeaba en un ojo o la nariz. El nene me dice que él no fue mientras se ríe ante todo lo que le digo…
Desde la puerta de entrada del colegio, lo observo, junto con su mamá y los otros hermanos, él escapa la mirada. La directora me pregunta que me pasó y le cuento. Me ofrece la ART, pero en ese momento, minimicé el asunto. Me fui caminando con una compañera, que me cuenta que el día anterior había pasado una situación muy violenta en su grado, donde una madre casi golpea a ella y a la vicedirectora. Después de ofrecerme llevarme a casa en auto, sigo caminando sola, empecé a reflexionar todo lo que había pasado con mucha tristeza. Me dolía un poco el chichón pero más el corazón...
Al día siguiente, la espalda y el cuello me dolían muchísimo, así que  fui a la escuela y pedí la ART (primera hora, una pelea entre dos chicos de segundo ciclo). Desde ese momento, estuve casi un mes con licencia, tomando antiinflamatorios, con kinesiología y estudios.
Esta es mi primer semana de vuelta a clases.
Comparto la carta que escribí a mis alumnos, con ellos y todos los que tengan un rato y quiera leerla…


Mar del Plata, 1 de Mayo de 2015

Mis chiquis:
                  Estos días que estuve alejada de la escuela, me han hecho pensar mucho en ustedes.
Estoy viendo mucha violencia.                                                                    
Peleas en los recreos que terminan con una nariz rota, agresiones entre compañeros que llevan a situaciones como la que terminò en que una maestra se tuvo que quedar afuera del salón con un alumno y otra tuvo que encerrarse para dar clases para evitar la pelea (provocando que el grupo no pudiera tener una clase tranquila y divertida, como acostumbramos, para evitar las agresiones).           Vidrios recién colocados que se vuelven a romper por un empujón o una patada (que por suerte solo rompe el vidrio… ¿Por suerte?).                              
 Maestras lastimadas por quedar en medio de una pelea, por querer separarla o por recibir un piedrazo que iba dirigido quien sabe a quién…
¿Saben algo, mis chiquis?
Todo esto entristece y desgarra los corazones
¿Podemos cambiar estas situaciones?
¿Podremos sacar fuerzas desde lugares inimaginados para volver a compartir aprendizajes-enseñanzas mutuos, con alegría y en paz???
Creo que sí, pero para que esto pase, necesitamos que entre todos nos comprometamos a ese cambio (como cuando les digo que para hacer una playa linda, cada uno tiene que poner un granito de arena cuidado).
Por supuesto que tenemos que pensarlo juntos, sin embargo se me ocurren algunas ideas que quiero compartir (para ser honesta, muchas de ellas empapadas con conceptos que pensaron  personas que lucharon por cambiar la educación desde hace mucho tiempo).
Aprendemos toneladas de “cosas” en el aula, pero esas “cosas”,  sin amor, son solo cosas vacías.
Por eso, les pido que si se aburren, si no entienden, no sigan copiando porque hay que copiar, porque la seño me dijo que tengo que ir a casa con todo lo del pizarrón en el cuaderno o no tengo recreos… Eso no es así ni está bien.
Ustedes tienen derechos y el descanso es uno de ellos.
 Nadie puede sacarles los espacios para hacer una pausa, para compartir (creo que muchos problemas empiezan ahí, porque están enojados y después se disgustan con otro). No dejen que eso pase. Discutan, pregunten…
Cuando aparece el hermano de…, la amiga de… diciendo  “andá y pegale a fulanito, que me pegó a mí”, no se dejen llevar por sus impulsos solidarios pero negativos de latentes vengadores anònimos. Charlen,  hablen con ese/a  chico/a que los busca. Conversen con el compañero, busquen a los adultos para resolver las situaciones.
El diálogo es una poderosa herramienta, tan fuerte que pueden lograr que las cerraduras más oxidadas se abran, que la gente cambie, que el más obstinado, reflexione. Eso, si se usa con amor, acariciando el alma del otro.
Cuando entramos a la escuela, aunque todos tengamos puesto un guardapolvo blanco que simbólicamente busca igualarnos por fuera,  por dentro seguimos siendo seres diferentes, con una historia individual que ha marcado nuestra vida y nos hace únicos en este gran mundo donde nos toca crecer y desarrollarnos.
 En la escuela no somos solo alumnos, no traspasamos la puerta y dejamos nuestra identidad fuera, para convertirnos en una “blanca palomita”. Por el contrario, llevamos las mochilas cargadas de cuadernos, libros, lápices y de nuestras historias.
 Cuando un problema de casa, del barrio, los afecte, cuenten conmigo, con cada seño,  para que los escuchemos, para pensar juntos soluciones o simplemente para llorar o reír un rato…
Muchas cosas se me ocurren, pero creo que no sirven si solo salen desde mí.
Por eso, cuando vuelva a la escuela, les propongo que sigamos buscando juntos,  que es la mejor forma de dar y recibir.
 Un dulce y mutuo regalo que nos debemos.
Desde mi corazón hacia el suyo, mis chiquis,  besos gigantes

Seño Clara


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