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viernes, 13 de febrero de 2015

#AcumenStorytelling Actividad 3: revisar la historia previa agregando imàgenes que aporten expresividad.

Tenía 25 ó 26 años, época de viajes y descubrimientos.
Mi suegra, había conseguido pasajes con destino a la Cataratas del Iguazù. 
Solo una vez habìa estado allí, con mi abuela, y aún palpitaba en mis recuerdos, la magia del agua corriendo, su sensaciòn refrescante en mi piel, el olor inconfundible a tierra mojada.
Tres amigas de mi suegra, mi marido y yo, nos aprestamos al viaje en colectivo (unas 48 hs. entre ida y vuelta), el hospedaje era en el lado argentino.
La salida, desde el Centro de Jubilados Ferroviarios (no recuerdo por qué, posiblemente había algún contrato con ellos).
Cuando llegamos ahí, cargados de bolsos, valijas, expectativas y sonrisas, encontramos al resto del grupo (unas 40 personas) esperando el transporte (saldrían dos micros).
Pasaban las horas y de los micros ni noticia...
Los teléfonos celulares aún no eran masivos como lo son hoy en día, así que, cada tanto, alguien llamaba a la empresa desde un locutorio aunque sin respuestas.
Los ánimos empezaron a caldearse: algunas mujeres lloraban angustiadas, otros, enojados, aseguraban que la empresa nos había estafado y que teníamos que demandarlos, otros fantaseaban diferentes respuestas al problema (roturas mecánicas, robos,un conductor ebrio...).
Mientras esto ocurría, empezaron a llegar grupos de viejitos. Entraban al salón donde estábamos pasajeros y equipajes mezclados en un bulto uniforme, saludaban y salían por una puertita del fondo.
Para dejar de pensar en el problema que nos agobiaba, comenzamos a elucubrar qué hacían detrás de la puertita.
La imaginación tejía historias graciosas, increíbles, lascivas, donde las canas bailaban a ritmos prodigiosos.
La curiosidad extendía sus pegajosos tentáculos, nos aguijoneaba, susurraba palabras demenciales.
Una de las amigas de mi suegra no pudo resistir más la curiosidad y marchó tras una añosa pareja.
En ese momento, apareció una representante de la empresa de viajes. En medio del griterío, explicó que uno de los micros había sufrido un accidente en ruta, el chofer estaba lastimado y esa era la causa por la cual no habían podido llegar a tiempo para nuestra salida. Entre nervios, insultos y lágrimas, nos dijo que partiríamos al día siguiente, quien quisiera anular el viaje, estaba en su derecho, el dinero abonado se le reintegraría en forma total.
La mitad del grupo lo hizo, otros, decidimos ir, pese a todo.
Era muy tarde, la luna bañaba las calles vacías en la madrugada, solo restaba volver a casa.
Sin embargo, la intriga sobre qué ocurría detrás de la puertita del fondo, crecía, se agigantaba, traspasaba los muros volviendo visible lo invisible, certero lo aparente...
Pudo más la curiosidad que el cansancio y con resolución, fuimos hasta allí, tomamos el picaporte y ... comenzó otra historia.




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